André Breton |
El caso es que una noche, antes de caer dormido, percibí netamente articulada hasta el punto de que resultaba imposible cambiar ni una sola palabra, pero ajena al sonido de la voz, de cualquier voz, una frase harto rara que llegaba hasta mí sin llevar en sí el menor rastro de aquellos acontecimientos de que, según las revelaciones de la conciencia, en aquel entonces me ocupaba, y la frase me pareció muy insistente, era una frase que casi me atrevería a decir estaba pegada al cristal. Grabé rápidamente la frase en mi conciencia, y, cuando me disponía a pasar a otro asunto, el carácter orgánico de la frase retuvo mi atención. Verdaderamente, la frase me había dejado atónito; desgraciadamente no la he conservado en la memoria, era algo así como «Hay un hombre a quien la ventana ha partido por la mitad», pero no había manera de interpretarla erróneamente, ya que iba acompañada de una débil representación visual de un hombre que caminaba partido por la mitad del cuerpo aproximadamente por una ventana perpendicular al eje de aquél. |
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miércoles, 30 de marzo de 2016
Primer Manifiesto del Surrealismo
Manifiesto del ultraísmo español
Los que suscriben, jóvenes que comienzan a realizar su obra, y que por eso creen tener un valor pleno, de afirmación futura, de acuerdo con la orientación señalada por Cansinos Assens en la interviú que en diciembre último con él tuvo X. Bóveda en El Parlamentario, necesitan declarar su voluntad de un arte nuevo que supla la última evolución literaria: el novecentismo.
Respetando la obra realizada por las grandes figuras de este movimiento, se sienten con anhelos de rebasar la meta alcanzada por estos primogénitos, y proclaman la necesidad de un ultraísmo, para el que invocan la colaboración de toda la juventud literaria española. Para esta obra de renovación literaria reclaman, además, la atención de la prensa y de las revistas de arte.
Nuestra literatura debe renovarse; debe lograr su ultra como hoy pretenden lograrlo nuestro pensamiento científico y político. Nuestro lema será ultra y en nuestro credo cabrán todas las tendencias, sin distinción, con tal que expresen un anhelo nuevo. Más tarde estas tendencias lograrán su núcleo y se definirán. Por el momento, creemos suficiente lanzar este grito de renovación y anunciar la publicación de una revista, que llevará este título de Ultra, y en la que sólo lo nuevo hallará acogida. Jóvenes, rompamos por una vez nuestro retraimiento y afirmemos nuestra voluntad de superar a los precursores.
Respetando la obra realizada por las grandes figuras de este movimiento, se sienten con anhelos de rebasar la meta alcanzada por estos primogénitos, y proclaman la necesidad de un ultraísmo, para el que invocan la colaboración de toda la juventud literaria española. Para esta obra de renovación literaria reclaman, además, la atención de la prensa y de las revistas de arte.
Nuestra literatura debe renovarse; debe lograr su ultra como hoy pretenden lograrlo nuestro pensamiento científico y político. Nuestro lema será ultra y en nuestro credo cabrán todas las tendencias, sin distinción, con tal que expresen un anhelo nuevo. Más tarde estas tendencias lograrán su núcleo y se definirán. Por el momento, creemos suficiente lanzar este grito de renovación y anunciar la publicación de una revista, que llevará este título de Ultra, y en la que sólo lo nuevo hallará acogida. Jóvenes, rompamos por una vez nuestro retraimiento y afirmemos nuestra voluntad de superar a los precursores.
Primera Proclama de la tertulia del Café Pombo.
Primera Proclama de la tertulia del Café Pombo.
¿Todo está en crisis? No, lo que pasa es que todo es cada vez
más torpe, más trabado, más insidioso y más retardatario, lo que pasa es que
todo es lo que era más descaradamente, con más cinismo y con más alardes de un
declarado empedernimiento. Todo es más atravesado, más híbrido, más
promiscuado. Todo está más encallecido, todo es más procaz bajo una etiqueta
impasible y los móviles de todo son más serviles, más tendenciosos, más
exclusivamente así que nunca. Así el nuevo estado de cosas creado por este vivo
embrutecimiento de todo, es un estado comatoso, rígido, con la peor rigidez,
una rigidez neutra, pesada, sorda que se ha hecho aceptar de la cobardía y de
la cazurrería de todos. Y bajo este espeso, antipático y depravado ambiente que
lo sujeta todo, la lucha es una sórdida lucha sin atrevimiento, una lucha de
concupiscencias vestidas de una pureza irresistible, descreída, »'íe
concupiscencias .vestidas de una política científica y con- • cupiscencias
desnudas, flemáticas, desapoderadas y todas ellas conformesen sostener cierta
gazmoñería pública que obstaculiza y hace estadiza la actitud de los más,
evitando así que surjan Jas luchas francas y nobles, las luchas sanas y
desenvueltas orientadas hacia la selección y la armonía, hacia las serenidades
que debían ordenarlo todo.
La guerra ha descubierto las más bajas pasiones en todos
lados y aquí algo así como el afán de una tiranía brutal, algo como el bajo
gusto de golpear y de ser golpeado, como el deseo de una sumisión indigna unido
el deseo de una ciega y atropellada turbulencia; la peor bravuconería mezclada
al peor miedo, la peor ferocidad mezcladaá la peor lógica. No podremos olvidar
este descubrimiento crudo y gravísimo que ha revelado la guerra y ya no
podremos ver tan sentimentalmente al hombre ni á la mujer perra ladradora y
cobarde, rematadora de los muertos, parcial hasta con ellos en este pueblo
neutral. Hemos visto con demasiada claridad que el antropófago vive agazapado
en todos, que nadie se ha puesto lejos de unos y de otros, lejos de todos y que
en la boca de todos ha habido cierto guluzmeo, cierta afición á la sarracina.
Refiriéndonos más directamente á la vida profesional del
espíritu vemos ante todo un público desmoralizado por la guerra y porque hace
mucho tiempo ve que las categorías y los valores se imponen gracias al
arrivismo perfeccionado y lleno de disimulos, gracias al peor cambalacheo, y lo
que es más ruin y más deleznable, obedeciendo cobarde y ambiguamente á la
coacción de las visitas. Así este público que sabemos, hace que nos de
vergüenza atravesar por entre su muchedumbre una calle concurrida bajo la plena
luz, porque todos los rostros dicen una obcecación terrible y obstinada, una
obcecación llena de suficiencia, porque á todos se les ve moverse en un aire
inmóvil y reducido, sorprendiendo en los bellos rostros de las mujeres un
espíritu empastado, más irremovible que nunca, más solidificado. ¡Y no digamos
la vergüenza que da oir hablar en una reunión, en un tranvía ó en un tren,
porque se oyen cosas irrespirables, tan remotas á nuestra espalda que nos
quedamos pasmados, estrangulados y mudo! «Cuantas veces me mezclé entre los
hombres volví de ellos á mí mismo más inhumano» dijo Séneca y nunca la frase de
Séneca ha .tenido un sentido más rudo porque hoy es más indisculpable eso.
¡Ah, muchedumbre de cara retorcida, de ojos pequeños, —ojos
de otro tiempo abrupto y enconado— muchedumbre visoja porque es nativamente
vizca su alma! Muchedumbre de hombres engrosada por los hombres y por los
viejos de los retratos, de casi todos los retratos sobre todo de los retratos
que se encaran con nosotros en los centros oficíales y en los centros
literarios; muchedumbre en la que los viejos, estos viejos que son viejos ahora
y que provienen de una época ya sin dignidad, ya casi sin revueltas, estos
viejos de un tiempo gris y sin redención, son la cosa más repugnante con que
nos topamos en la vida, la más repugnante limitación, porque estos viejos son
jóvenes más torpes, más irredimibles, más irremediables, en los que la vejez es
una precocidad mayor y sus pelos blancos son como un empedernimiento, son como
una máscara sentimental con que al final encuentran que pueden disimular su
idiotez y su rencor. ¡Oh la vejez nos crispa más« que la juventud, porque es la
juventud agravada y echada á perder de un modo extremo cuando debía representar
la nobleza suma é indulgente!... ¿Y cómo no sera de peor la vejez de estas
otras generaciones que van á envejecer? ¡Oh, no seamos viejos así sin haber
«cumplido nuestras insurrecciones» y nuestras pasiones libres!...
Parece que en este gran valle de las Hurdes que es toda
España se ha cuajado la sangre y el espíritu, y no corre ningún viento y todo
es más ingente y más fiero y una pesadez creada por la complicidad de todos lo
ha malogrado todo. La frase de Larra: «Suponte que eres español y no te
aflijas» y la frase de Cánovas cuando se redactaba el art. l.° de la
Constitución: «Son Españoles... ¡Los que no han podido ser otra cosa!», son dos
frases cada vez más formidables y más precisas. En ese público hay á lo más un
lujo adverso, un amor á lo antepasado, un amor sombrío, vengativo y angosto, un
amór muerto que cultivan para ahogar toda verdad viva, un alarde de afición que
mantiene en sus horas vacías el equívoco del espíritu; y así esta gran
manifestación en honor de Cervantes que ahora prepara merece que digamos
indignados que aquí todo se ha ahogado en «cervantofilismo» y que Cervantes en
manos de las gentes ha sido como unatentadohomicidacontra toda palpitación
expontánea, renovadora y directa. ¡Oh, densas aguas aburridas y abrumadoras de
lo que se ha hablado de Cervantes, aguas de enemistad, aguas impotables y
chabacanas, masa anonadadora. en que se han saciado apetitos acerbos de
dispersión, de traición, de anulación! Perverso estado de opinión oscurantista,
confabulación de la que ha salido un Cervantes suplantado, un Cervantes de cuyo
culto son indignos porque modificando la frase de Voltaire «quien no se deleita
con Regnard no es digno de admirar á Moliere» podríamos decir: «quien no se
deleite con lo nuevo, con lo más incipiente, no es digno de admirar lo
antiguo.»
Manifiesto del Futurismo
I. Queremos cantar el amor al peligro, a la fuerza y a la temeridad.
II. Los elementos capitales de nuestra poesía, serán el coraje, la audacia y la rebelión.
III. Contrastando con la literatura que ha magnificado hasta hoy la inmovilidad de pensamiento, el éxtasis y el sueño, nosotros vamos a glorificar el movimiento agresivo, el insomnio febriciente, el paso gimnástico, el salto arriesgado, las bofetadas y el puñetazo.
IV. Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carrera con su vientre ornado de gruesas tuberías, parecidas a serpientes de aliento explosivo y furioso... un automóvil que parece correr sobre metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotrhacia.
V. Queremos cantar al hombre que es dueño del volante cuyo eje ideal atraviesa la Tierra lanzada sobre el circuito de su órbita.
Vl. Es necesario que el poeta se desviva, con ardor, con fuego, con prodigalidad por aumentar el fervor entusiasta de los elementos primordiales, su ignición.
Vll. No hay belleza más que en la lucha. No debe admitirse un jefe de escuela si no tiene un carácter recalcitrantemente violento. La poesía debe ser un asalto agresivo contra las fuerzas anónimas y desconocidas para hacerlas que se inclinen ante el hombre.
VlIl. ¡Estamos sobre el promontorio extremo de los siglos! ¿A qué mirar detrás de nosotros, que es como ahondar en la misteriosa alforja de lo imposible? El Tiempo y el Espacio han muerto. Vivimos ya en el Absoluto, puesto que hemos creado la celeridad omnipresente.
IX. Queremos glorificar la guerra—única higiene del mundo—el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas que matan y el desprecio a la mujer.
X. Queremos demoler los museos, las bibliotecas, combatir el moralismo, el feminismo y todas las cobardías oportunistas y utilitarias
XI. Cantaremos a las grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, el placer o la rebeldía, las resacas multicolores y polifonas de las revoluciones en las capitales modernas: la vibración nocturna de los arsenales y de los almacenes bajo sus violentas lunas eléctricas, las estaciones ahitas, pobladas de serpientes atezadas y humosas, las fábricas suspendidas de las nubes por el bramante de sus chimeneas; los puentes parecidos al salto de un gigante sobre la cuchillería diabólica y mortal de los ríos, los barcos aventureros olfateando siempre el horizonte, las locomotivas en su gran chiquero, que piafan sobre los railes, bridadas por largos tubos fatalizados, y el vuelo alto de los aeroplanos, en los que la hélice tiene chasquidos de banderolas y de salvas de aplausos, salvas calurosas de cien muchedumbres.
Lanzamos en Italia este manifiesto de heroica violencia y de
incendiarios incentivos, porque queremos librarla de su gangrena de profesores,
arqueólogos y cicerones. Italia ha sido durante mucho tiempo el mercado de los
chalanes. Queremos librarla de los innumerables museos que la cubren de
innumerables cementerios.¡Museos, cementerios! ¡Tan idénticos en su siniestro
acodamiento de cuerpos que no se distinguen! Dormitorios públicos donde se
duerme siempre junto a seres odiados o desconocidos. Ferocidad recíproca de pintores
y escultores matándose a golpes de línea y de color en el mismo museo.¡Que se
les haga una visita cada año como quien va a visitar a sus muertos llegaremos a
justificarlo!... ¡Que se depositen flores una vez por año a los pies de
la Joconda también lo concebimos!... ¡Pero ir a pasear cotidianamente
a los museos, nuestras tristezas, nuestras frágiles decepciones, nuestra cólera
o nuestra inquietud, no lo admitimos! ¿Queréis emponzoñaros? ¿Queréis pudriros?
¿Qué podéis encontrar en un anciano cuadro si no es la contorsión penosa del
artista esforzándose por romper las barreras infranqueables de su deseo de
expresar enteramente su sueño?
Admirar una vieja obra de arte es verter nuestra sensibilidad en una urna funeraria en lugar de emplearla más allá en un derrotero inaudito, en violentas empresas de creación y acción. ¿Queréis malvender así vuestras mejores fuerzas en una admiración inútil del pasado de la que saldréis aciagamente consumidos, achicados y pateados? En verdad que la frecuentación cotidiana de los museos, de las bibliotecas y de las academias (¡esos cementerios de esfuerzos perdidos, esos calvarios de sueños crucificados, esos registros de impetuosidades rotas...!) es para los artistas lo que la tutela prolongada de los parientes para los jóvenes de inteligencia, esfervecidos de talento y de voluntad. Sin embargo, para los moribundos, para los inválidos y para los prisioneros, puede ser bálsamo de sus heridas el admirable pasado, ya que el porvenir les está prohibido. ¡Pero nosotros no, no le queremos, nosotros los jóvenes, los fuertes y los vivientes futuristas! ¡Con nosotros vienen los buenos incendiarios con los dedos carbonizados! ¡Heles aquí! ¡Heles aquí! ¡Prended fuego en las estanterías de las bibliotecas! ¡Desarraigad el curso de los canales para inundar los sótanos de los museos! ¡Oh! ¡Que naden a la deriva los cuadros gloriosos! ¡Sean nuestros los azadones y los martillos! ¡Minemos los cimientos de las ciudades venerables!...
Admirar una vieja obra de arte es verter nuestra sensibilidad en una urna funeraria en lugar de emplearla más allá en un derrotero inaudito, en violentas empresas de creación y acción. ¿Queréis malvender así vuestras mejores fuerzas en una admiración inútil del pasado de la que saldréis aciagamente consumidos, achicados y pateados? En verdad que la frecuentación cotidiana de los museos, de las bibliotecas y de las academias (¡esos cementerios de esfuerzos perdidos, esos calvarios de sueños crucificados, esos registros de impetuosidades rotas...!) es para los artistas lo que la tutela prolongada de los parientes para los jóvenes de inteligencia, esfervecidos de talento y de voluntad. Sin embargo, para los moribundos, para los inválidos y para los prisioneros, puede ser bálsamo de sus heridas el admirable pasado, ya que el porvenir les está prohibido. ¡Pero nosotros no, no le queremos, nosotros los jóvenes, los fuertes y los vivientes futuristas! ¡Con nosotros vienen los buenos incendiarios con los dedos carbonizados! ¡Heles aquí! ¡Heles aquí! ¡Prended fuego en las estanterías de las bibliotecas! ¡Desarraigad el curso de los canales para inundar los sótanos de los museos! ¡Oh! ¡Que naden a la deriva los cuadros gloriosos! ¡Sean nuestros los azadones y los martillos! ¡Minemos los cimientos de las ciudades venerables!...
Los más viejos entre nosotros no tienen todavía treinta años; por eso nos resta todavía toda una década para cumplir nuestro programa. ¡Cuando tengamos cuarenta años que otros más jóvenes y más videntes nos arrojen al desván como manuscritos inútiles!...Vendrán contra nosotros de muy lejos, de todas partes, saltando sobre la ligera cadencia de sus primeros poemas, agarrando el aire con sus dedos ganchudos, y respirando a las puertas de las Academias el buen olor de nuestros espíritus podridos, va destinados a las sórdidas catacumbas de las bibliotecas!...
Pero no, nosotros no iremos nunca allá. Los nuevos adelantos
nos encontrarán al fin, una noche de invierno, en plena campiña, bajo un
doliente tinglado combatido por la lluvia, acurrucados cerca de nuestros
aeroplanos trepidantes, en acción de calentarnos las manos en la fogata
miserable que nutrirán nuestros libros de hoy ardiendo alegremente bajo el
vuelo luminoso de sus imágenes.Se amotinarán alrededor de nosotros, desbordando
despecho, exasperados por nuestro coraje infatigable, y se lanzarán a matarnos
con tanto más denuedo y odio, cuanto mayores sean la admiración y el amor que
nos tengan en sus entrañas.Y la fuerte y sana injusticia estallará radiosamente
en sus ojos. Y estará bien. Porque el arte no puede ser más que violencia,
injusticia y crueldad. Los más viejos de entre nosotros no tenemos aún treinta
años, y por lo tanto hemos despilfarrado ya grandes tesoros de amor, de fuerza,
de coraje y de dura voluntad, con precipitación, con delirio, sin cuenta, sin
perder el aliento, a manos llenas.¡Miradnos! ¡No estamos sofocados! ¡Nuestro
corazón no siente la más ligera fatiga! ¡Está nutrido de fuego, de valor y de
velocidad! ¿Esto os asombra? ¡Es que vosotros no os acordáis de haber vencido
nunca!
En pie sobre la cima del mundo arrojamos nuestro reto a las
estrellas!
¿Vuestras objeciones? ¡Basta! ¡Basta! ¡Las conocemos! ¡Son
las consabidas! ¡Pero estamos bien cerciorados de lo que nuestra bella y falsa
inteligencia nos afirma!–Nosotros no somos–decís–más que el resumen y la
prolongación de nuestros antepasados.¡Puede ser! ¡Sea! ¿Y qué importa? ¡Es que
nosotros no queremos escuchar! ¡Guardaros de repetir vuestras infames palabras!
¡Levantad, más bien, la cabeza!
¡En pie sobre la cima del mundo lanzamos una vez más el reto
a las estrellas!
F.T. Marinetti,"Le Futurisme", Le Figaro, 20
de febrero de 1909. Ofrecemos aquí la traducción de Ramón Gómez de la Serna
publicada en la revista Prometeo (II, n¼ VI, abril 1909).
Proclama futurista de Marinetti traducida por Ramón Gómez de la Serna
Del fr. galop.
1. m. Danza húngara, usada también en otros pueblos.
2. m. Música del galop.
ambigú
bufé
gárrulo, la
Del fr. ambigu.
1. m. bufé.
Del fr. buffet.
1. m. Comida compuesta de una diversidad de alimentos fríos y calientes,dispuestos a la vez sobre una o varias mesas, y ofrecidos generalmente en hoteles y actos sociales.
2. m. Mesa o conjunto de mesas donde se ofrece el bufé.
3. m. En estaciones de ferrocarriles y otros sitios, local para tomar refacción ligera.
Del lat. garrŭlus.
1. adj. Dicho de un ave: Que canta, gorjea o chirría mucho.
2. adj. Dicho de una persona: Muy habladora o charlatana.
3. adj. Dicho de una cosa: Que hace ruido continuado, como el viento, un arroyo,etc.
Dadá / JON JUARISTI – ABC – 14/02/16
Los manifiestos dadaístas de 1916 a 1918 constituyeron el programa oculto del leninismo.
Hace cien años, el 5 de febrero de 1916, se inauguró en el número 1 de la Spiegelgasse de Zúrich el Cabaret Voltaire, fruto de la asociación de un desertor bávaro vinculado a los expresionistas del DerBlaueReiter, Hugo Ball, con un tabernero suizo. Nacía así, al calor de la Gran Guerra pero lejos de los frentes de batalla, el movimiento dadaísta, la más radical de las vanguardias artísticas europeas. Varios de los integrantes del grupo fundacional, además de Ball, se disputaron la paternidad del movimiento, que acaudillaría –tras la vuelta de aquel al seno de la Iglesia católica en 1920– el rumano Tristan Tzara.
El origen de Dadá (del movimiento y del nombre) es lo de menos. Como afirmaría una de sus últimos supervivientes, Claire Studer (Claire Goll, por su matrimonio con Yvan Goll), no se decidirían a autodenominarse dadaístas hasta su encuentro y alianza con los surrealistas franceses, ya después de la contienda. La propia Studer los describe, incluyéndose ella misma, como un puñado de pusilánimes cantamañanas que se acogieron a la neutralidad suiza. Ninguno de ellos brilló más allá de la Segunda Guerra Mundial, al contrario de lo que sucedió con los surrealistas. Tzara se afilió al PCF y terminó sus días vendiendo L’Humanité por Montmartre.
Una poetisa dadaísta de mayor calado (aunque no mucho, se mire por donde se mire), Else Lasker-Schüler, que sobrevivió al Holocausto, emigró a Israel, donde nadie le haría el menor caso (para colmo, escribía sólo en alemán). Pero en los años finales de la Gran Guerra y durante su resaca revolucionaria metieron algún ruido. Su lenguaje deliberadamente repulsivo, su coprolalia y atroz exaltación retórica de la violencia y del crimen contagiaron a los surrealistas (de ellos tomó Dalí su afición a lo excrementicio). Con todo, un aspecto fundamental de la historia del dadaísmo pasó desapercibido hasta que un historiador de las vanguardias, Dominique Noguez, lo sacó a la luz en un ensayo de 2008: la relación entre Dadá y el bolchevismo.
En su Lenin-Dadá (edición española en Península, 2009), Noguez muestra, de modo bastante más que conjetural, cómo los contactos de Lenin con los dadaístas del Cabaret Voltaire no se limitaron a inocentes partidas de ajedrez jugadas con Tzara o con Hans Arp entre febrero de 1916 y febrero de 1917, o sea, entre la inauguración del Cabaret Voltaire y la revolución de los mencheviques, todo un año en el que Lenin, su mujer (Nadia Krupskaia) y su secretaria y amante (Inés Armand) residieron en Zúrich, en el número 14 de la Spiegelgasse.
Noguez sostiene que Lenin formó parte del grupo fundacional del dadaísmo y que no es en absoluto casual la coincidencia de la exhortación de Tzara al exterminio de la humanidad y a la destrucción de todo orden en el manifiesto de 1918 con las grandes matanzas bolcheviques del período 1918-1920 (un millón y medio de asesinados, calculando por lo bajo), que se inauguraron con el exterminio típicamente dadaísta de la familia real rusa en Ekaterimburgo. En clave divertida (pues «la dialéctica es una máquina divertida», según Dadá, tan divertida o más que la guillotina), los manifiestos dadaístas de 1916 a 1919 constituyeron una suerte de programa oculto del bolchevismo, el MeinKampf de un Lenin cachondo y lúdico, que amaba los disfraces, el terror y el humor nihilista. Vladimir Illich Ulianov, alias Lenin: ese sí que firmó a destajo sentencias de muerte, y además partiéndose de risa, no como otros.
¿A que no adivinan de dónde tomaron los chekistas españoles su afición titiritera a las violaciones y asesinatos de monjitas, esas actividades tan culturales y vanguardistas?
lunes, 28 de marzo de 2016
la palabra fragmentaria, el discurso fragmentario
- Asensi, Manuel: La teoría fragmentaria del Círculo de Iena: Friedrich Schlegel. Amós Belinchón, Valencia, 1991.
p. 44: El arte nuevo del que estamos hablando es la palabra fragmentaria, el discurso fragmentario, el fragmento, en fin.
p. 45: A partir de ahora, lo que el fragmento anuncia es la ausencia de obra, o por decirlo con Blanchot: la obra de la ausencia de obra, poesía afirmada en la pureza del acto poético, afirmación sin duración, libertad sin realización, hacer que brille la poesía, no como naturaleza, ni como obra, sino como pura conciencia en el instante.
p. 49: Schlegel: Igual que una pequeña obra de arte, un fragmento debe estar totalmente separado del mundo circundante y cerrado sobre sí mismo como un erizo.
p. 53: Novalis: Hay algo extraño en el hecho de escribir y hablar. El error visible e impresionante de las gentes en que creen hablar en función de las cosas. Todos ignoran lo propio del lenguaje: que no se ocupa más que de sí mismo.
p. 58: Es por ello posible afirmar que el Witz [agudeza] y el fragmento funcionan en una misma dirección: acabar con la visión representativa del arte.
martes, 22 de marzo de 2016
Eugenio d'Ors: Lo barroco.
Tecnos, Madrid, 1993.
p. 65: «toda revolución constituye, a su vez, una reacción y contiene en sí la invocación de un precedente»
p. 66: Tiéndese progresivamente a creer que
1.º El Barroco es una constante histórica que se vuelve a encontrar en épocas tan recíprocamente lejanas como el Alejandrinismo lo está de la Contra-Reforma o esta del período ‘Fin de Siglo’; es decir, del fin del XIX, y que se ha manifestado en las regiones más diversas, tanto en Oriente como Occidente.
2.º Este fenómeno interesa no sólo al arte, sino a la civilización entera, y hasta, por extensión, a la morfología natural (el mismo Croce, cuya opinión negativa acaba de citarse, ¿no ha acabado por publicar un libro que se titula: ‘Historia de la Edad barroca en Italia’?).
3.º Su carácter es normal; y, si cabe hablar aquí de enfermedad, será en el mismo sentido dentro del cual Michelet decía que ‘la mujer es una eterna enferma’.
4.º Lejos de proceder del estilo clásico, el Barroco se opone a él de una manera más fundamental todavía que el romanticismo; el cual, por su parte, no parece ya más que un episodio en el desenvolvimiento histórico de la constante barroca. Añadamos que, para quien se interesa en tales cuestiones, la revisión estética del concepto del barroco representa hoy uno de los temas estéticos más interesantes y más actuales.
p. 79-80: Apenas la inteligencia afloja sus leyes, recobra la vida su fuero. Así que la disciplina pierde su carácter sagrado, la espontaneidad reviste una manera de divinización. Siendo, por esencia, todo clasicismo intelectualista, es por definición, normativo y autoritario. Recíprocamente, porque todo barroquismo es vitalista, será libertino y traducirá un abandono, una veneración ante la fuerza. Por eso el clasicismo fue también llamado humanismo, en denominación casi sinónima. El sentido cósmico del barroquismo, al contrario, bien se reveló en su vocación sempiterna por el paisaje y por el folklore. (...) El Barroco es el idioma natural de la cultura, aquel, por cuyo medio, la Cultura imita los procedimientos de la natura. El Barroco contiene siempre en su esencia algo de rural, de pagano, de campesino. Pan, dios de los campos, dios de la natura, preside cualquier creación barroca auténtica.
p. 65: «toda revolución constituye, a su vez, una reacción y contiene en sí la invocación de un precedente»
p. 66: Tiéndese progresivamente a creer que
1.º El Barroco es una constante histórica que se vuelve a encontrar en épocas tan recíprocamente lejanas como el Alejandrinismo lo está de la Contra-Reforma o esta del período ‘Fin de Siglo’; es decir, del fin del XIX, y que se ha manifestado en las regiones más diversas, tanto en Oriente como Occidente.
2.º Este fenómeno interesa no sólo al arte, sino a la civilización entera, y hasta, por extensión, a la morfología natural (el mismo Croce, cuya opinión negativa acaba de citarse, ¿no ha acabado por publicar un libro que se titula: ‘Historia de la Edad barroca en Italia’?).
3.º Su carácter es normal; y, si cabe hablar aquí de enfermedad, será en el mismo sentido dentro del cual Michelet decía que ‘la mujer es una eterna enferma’.
4.º Lejos de proceder del estilo clásico, el Barroco se opone a él de una manera más fundamental todavía que el romanticismo; el cual, por su parte, no parece ya más que un episodio en el desenvolvimiento histórico de la constante barroca. Añadamos que, para quien se interesa en tales cuestiones, la revisión estética del concepto del barroco representa hoy uno de los temas estéticos más interesantes y más actuales.
p. 79-80: Apenas la inteligencia afloja sus leyes, recobra la vida su fuero. Así que la disciplina pierde su carácter sagrado, la espontaneidad reviste una manera de divinización. Siendo, por esencia, todo clasicismo intelectualista, es por definición, normativo y autoritario. Recíprocamente, porque todo barroquismo es vitalista, será libertino y traducirá un abandono, una veneración ante la fuerza. Por eso el clasicismo fue también llamado humanismo, en denominación casi sinónima. El sentido cósmico del barroquismo, al contrario, bien se reveló en su vocación sempiterna por el paisaje y por el folklore. (...) El Barroco es el idioma natural de la cultura, aquel, por cuyo medio, la Cultura imita los procedimientos de la natura. El Barroco contiene siempre en su esencia algo de rural, de pagano, de campesino. Pan, dios de los campos, dios de la natura, preside cualquier creación barroca auténtica.
Cronología de los movimientos de vanguardia (Germán Gullón)
p. 14 y 15: Los grandes escritores del siglo XIX, un Galdós, por ejemplo, trascendieron pronto las premisas del realismo y fueron mucho más allá de la reproducción mimética de lo "real". El naturalismo, al menos en teoría, había predicado la fidelidad más rigurosa a aquellas premisas, y echando manos de un instrumento metodológico "científico" se empeñó en precisar con exactitud las motivaciones de la conducta. Casi sin darse cuenta, los naturalistas abrieron nuevos caminos a la literatura; al atender a los impulsos más elementales del hombre encontraron sus orígenes en lo subconsciente y convirtieron a éste en "tema" y objeto de la creación literaria. Los simbolistas franceses exploraron ese submundo oculto, pero sustituyendo el objetivismo naturalista por una percepción personal de la realidad y de las correspondencias entre ella y lo que no está al alcance de los sentidos. Por eso encuentro en el simbolismo los orígenes distantes de la vanguardia. Cuando Rimbaud y Lautréamont, ya de este lado del simbolismo, exaltan la intuición sobre la razón, empalman con los románticos alemanes y, por otra parte, anticipan en su negación al dadaísmo y en su fantasía al surrealismo.
Consecuencia de esa nueva manera de ver lo "real", tan alejada de las visiones objetivamente homologables en la realidad, fue que las interpretaciones de ésta resultaran más personales, más libres, y consecuentemente que la libertad artística se convirtiera en una de las irrenunciables proposiciones del artista contemporáneo.
jueves, 17 de marzo de 2016
Diccionario de Ismos / Juan Eduardo Cirlot
Prólogo de Ángel González García:
p. 11: la "emergencia y proliferación" de los ismos "no por casualidad coincidió con la pérdida de consistencia y uniformidad que a finales del siglo XVIII sufrieron, no sólo las ideas y las creencias, sino también las formas artísticas, volviéndose todas ellas heterogéneas y volátiles. De manera que, no por haber perdido su predominio una determinada visión del mundo o un estilo de arte en concreto ni por haber resultado de esa pérdida un montón de creencias y gustos distintos y eventualmente enemigos entre sí se renunció a cualquier anhelo o presunción de totalidad, que obviamente dejó de consistir en la creencia o el gusto de todos para convertirse en la suma de los gustos y creencias de cada uno".
los ismos "al fin y al cabo no denotan otra cosa que adhesión a una doctrina o tendencia a un estilo de arte".
p. 12: Hay ciertamente algo un poco ridículo en ese prurito de totalidad ahora que la subjetividad campa a sus anchas por las artes y las letras.
p. 30: No cabe duda de que para Breton el surrealismo era con certeza algo de índole más bien misteriosa y subversiva que le había llegado del romanticismo a través del simbolismo, unas veces en secreto y otras al descubierto, pero tirando siempre a ocultarse y resultando siempre más verdadero cuanto más profundamente oculto...
p. 11: la "emergencia y proliferación" de los ismos "no por casualidad coincidió con la pérdida de consistencia y uniformidad que a finales del siglo XVIII sufrieron, no sólo las ideas y las creencias, sino también las formas artísticas, volviéndose todas ellas heterogéneas y volátiles. De manera que, no por haber perdido su predominio una determinada visión del mundo o un estilo de arte en concreto ni por haber resultado de esa pérdida un montón de creencias y gustos distintos y eventualmente enemigos entre sí se renunció a cualquier anhelo o presunción de totalidad, que obviamente dejó de consistir en la creencia o el gusto de todos para convertirse en la suma de los gustos y creencias de cada uno".
los ismos "al fin y al cabo no denotan otra cosa que adhesión a una doctrina o tendencia a un estilo de arte".
p. 12: Hay ciertamente algo un poco ridículo en ese prurito de totalidad ahora que la subjetividad campa a sus anchas por las artes y las letras.
p. 30: No cabe duda de que para Breton el surrealismo era con certeza algo de índole más bien misteriosa y subversiva que le había llegado del romanticismo a través del simbolismo, unas veces en secreto y otras al descubierto, pero tirando siempre a ocultarse y resultando siempre más verdadero cuanto más profundamente oculto...
Juan Eduardo Cirlot:
p. 53:
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